Exilio forzado en Cuba: Guerra implacable contra la libre expresión

A la sombra de su famosa revolución, Cuba ha librado una guerra silenciosa pero implacable contra la libre expresión, utilizando el exilio forzado como su arma más devastadora contra los críticos del régimen.

Karel J. Leyva
Karel J. Leyva
Atrapada entre el exilio forzado y la confinación, la juventud cubana navega por un paisaje marcado por motivos art déco, reflejando las contradicciones entre la libertad y la restricción. Imagen de Politics and Rights Review.

Durante décadas, Cuba ha sido testigo de persistentes violaciones de los derechos humanos, hechos que, aunque ampliamente documentados, a menudo quedaban en un segundo plano. Sin embargo, el 11 de julio de 2021, la escena cambió drásticamente. A diferencia de protestas anteriores, que se dirigían a grupos específicos como periodistas independientes o activistas, este día vio a toda una nación levantarse en un grito unificado por la 'libertad'. Los cánticos no solo exigían el fin de la dictadura, sino que también expresaban un rotundo rechazo al régimen comunista.

These demonstrations challenged all the regime’s prior narratives. Streets were filled with citizens of all ages, social classes, and even various political leanings. It was clear that the diversity and number of protestors debunked any attempts to attribute the protests to external interventions or “mercenaries paid by the CIA.” What was even more surprising was witnessing young people who identified with socialist ideals also joining the voices of protest.

The Regime’s Repressive Tactics

The Cuban government’s response to the July 11th protests was of an unprecedented intensity. Not because it lacked repressive capacity before, but because it had never faced public discontent of such magnitude. The regime’s motto seemed clear: neutralize any individual who might pose a threat.

The Cuban communist regime’s use of forced exile has deep and lasting consequences.

Tras la brutal represión de los manifestantes, aquellos que lograron llegar a sus hogares podrían haberse sentido seguros, pero no por mucho tiempo. Se desató una intensa cacería de brujas, generando miedo y paranoia. Las tácticas utilizadas para silenciar las voces disidentes se reducían a dos estrategias principales: encarcelamiento o exilio.

Se estima que más de 1.000 personas fueron detenidas sin juicio previo ni orden judicial, algunas con sentencias de hasta 25 años de prisión tras juicios sumarios. Otros, especialmente aquellos con más influencia o visibilidad, encontraron agentes de seguridad del estado estacionados en las puertas de sus hogares, restringiendo cada uno de sus movimientos durante meses.

De detenciones a exilios forzados

But repression was not limited to physical detention. The regime established a stifling environment for those brave enough to criticize it. Threats to family members, public acts of denunciation, internet service interruptions, job dismissals, and warnings of potential reprisals against loved ones became daily life for many. In this hostile setting, prominent figures were presented with exile as a “solution”, a means to escape oppression and ensure their loved ones’ safety.

Camila Cabrera Rodríguez, an activist from the Justice 11J organization, is a prime example. In 2022, after enduring over a year of harassment by State Security, she was forced into exile in Europe. Carolina Barrero, an art historian and human rights advocate, faced a similar situation. She was given a 48-hour ultimatum to leave Cuba, with the threat that, if she didn’t, her fellow activists would be imprisoned. Daniela Rojo, coordinator of the opposition movement Archipiélago, faced an even more dramatic choice. She was offered exile in Germany as an “alternative” to serving a five-year prison term for her peaceful involvement in the 11J protests.

Journalists Katheryn Felipe, Max Barbosa, and Abraham Jiménez Enoa have also fallen victim to this repressive tactic. While their names stand out on the list of forced exiles, sadly, they are not alone. Many others, silently, have been compelled to leave their homes and country for the simple act of speaking out against the Cuban dictatorship.

Retornos prohibidos: El control férreo se extiende más allá de las fronteras

La estrategia de exilio forzado del régimen comunista cubano no solo implica expulsar a aquellos considerados una amenaza para su control absoluto sobre la expresión pública. También abarca la prevención del reingreso si la persona en cuestión viaja al extranjero. Un caso icónico es el de la profesora Omara Ruiz Urquiola. En 2021, cuando intentó regresar a Cuba después de viajar a Estados Unidos para recibir tratamiento médico, las autoridades de inmigración cubanas le impidieron abordar el vuelo. Esta acción fue una represalia directa por sus críticas tanto al régimen como a la calidad del tratamiento oncológico que recibió en Cuba.

Otro caso que ilustra este enfoque represivo involucra a la periodista independiente Karla Pérez Domínguez. Tras ser expulsada en 2017 de la Universidad Central de Las Villas por su activismo en el movimiento de oposición Somos+, Karla consiguió una beca en Costa Rica para continuar sus estudios de periodismo, una carrera abruptamente detenida en Cuba. Al completar su educación y con la expiración de su visa de estudiante, eligió regresar a su tierra natal. Sin embargo, las autoridades cubanas le negaron la entrada.

De manera similar, la historiadora del arte y activista política Anamely Ramos se enfrentó a una barrera inesperada para su regreso a Cuba. Cuando se disponía a abordar un vuelo de American Airlines en febrero de 2022, la aerolínea le notificó sobre una comunicación que habían recibido del régimen cubano, obstruyendo su regreso. Como resultado, abandonó el Aeropuerto Internacional de Miami envuelta en una neblina de incertidumbres.

La tendencia del gobierno cubano de usar el exilio forzado para silenciar a sus críticos, ya sea expulsándolos directamente del país o impidiendo su regreso, es profundamente preocupante. Esta práctica, junto con otras tácticas de intimidación empleadas diariamente por el régimen, demuestra los constantes desafíos que enfrentan los activistas de derechos humanos y periodistas independientes en el país.

Repercusiones emocionales y transnacionales del exilio

This is no minor issue. The Cuban communist regime’s use of forced exile has deep and lasting consequences. It not only induces emotional distress and strains relationships with family and community members, but also results in a loss of civic rights. The stress and uncertainty it breeds can profoundly harm the mental health of the exiles. They are at risk of suffering from depression, loneliness, and social isolation, compounded by the language barriers in their host countries. A significant aspect of this situation is the anguish of their families, faced with the uncertainty of the fate of their children or grandchildren, unsure if they will ever see them again.

La comunidad internacional tiene la responsabilidad no solo de denunciar, sino también de actuar.

Como si eso no fuera suficiente, algunos enfrentan lo que se conoce como represión transnacional, una táctica por la cual los gobiernos persiguen a críticos más allá de sus propias fronteras. El caso de Jiménez Enoa sirve como un ejemplo claro. No solo fue expulsado de Cuba por escribir sobre realidades cubanas, sino que también ha sido acosado por hombres no identificados en Europa, incluyendo Madrid y Ámsterdam. El Comité para la Protección de los Periodistas, que le otorgó el Premio Internacional a la Libertad de Prensa en 2020, ha llamado a las autoridades españolas a investigar y garantizar su seguridad.

Cuban communist regime’s strategy of forced exile goes beyond being a mere political manoeuver; it is a deep wound in the soul of the nation. Those forced into exile are not only torn from their homeland and disconnected from their roots, but they also suffer significant anthropological harm at the hands of a regime that seeks not only to silence but also erase any trace of dissent and exert absolute control over freedom of expression.

Un llamado a la comunidad internacional

 Es imperativo que el mundo no vea esta práctica como una mera norma o como otra característica del gobierno cubano. Esta práctica debe ser reconocida por lo que es: una grave violación de los derechos humanos y una táctica de represión destinada a privar a los cubanos de su derecho básico a vivir en su tierra natal.

La comunidad internacional tiene la responsabilidad no solo de denunciar, sino también de actuar. Es esencial que se apliquen presiones diplomáticas y se brinde apoyo a aquellos que, ahora desde el exilio, continúan luchando por una Cuba libre.

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Ph.D. en Filosofía política (Université Paris Sciences et Lettres). Investigador Asociado en la Universidad de Montreal, especializado en teoría política y pluralismo. Editor en Jefe de Politics and Rights Review.