¿Por qué los gobiernos son cortoplacistas?

Fragmento extraído de Future-Generation Government: How to Legislate for the Long Term, de Nicholas Chesterley. Reproducido con permiso de McGill-Queen’s University Press.

Nicholas Chesterley
Franklin D. Roosevelt pronunciando una de sus charlas junto a la chimenea en los años treinta. La preparación meticulosa de estos discursos contrasta claramente con las presiones de comunicación en tiempo real que enfrentan hoy los líderes políticos.

Un mundo cortoplacista

En las décadas de 1930 y 1940, el entonces presidente Franklin D. Roosevelt ofreció sus famosas charlas junto a la chimenea, una serie de discursos radiofónicos sobre la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial que resultaron fundamentales para frenar rumores y explicar sus políticas a los 60 millones de estadounidenses que lo escuchaban (aproximadamente la mitad de la población en ese momento).

Pronunció unas treinta de estas alocuciones a lo largo de los doce años que duró su presidencia. Cuando le sugirieron que las hiciera con más frecuencia, respondió: Lo único que temo es que mis intervenciones sean tan frecuentes que pierdan su eficacia… Cada vez que hablo por radio, supone cuatro o cinco días de trabajo intenso y prolongado para preparar lo que voy a decir. En realidad, no puedo permitirme quitarle ese tiempo a asuntos más importantes.

Los electores y el ciclo de noticias de 24 horas exigen opiniones y acciones inmediatas ante un flujo interminable de acontecimientos.

La capacidad de Roosevelt para reflexionar y preparar sus charlas —una parte fundamental de su liderazgo con importantes beneficios a largo plazo— se debía, en parte, al tiempo que podía dedicar a prepararlas. Hoy resulta casi inimaginable que un líder moderno dedique cuatro o cinco días a un solo tema o discurso, y menos aún que lo haga de manera habitual.

En cambio, los políticos actuales, que se dirigen al público a diario, se expresan con menos claridad que Roosevelt y dedican menos tiempo a los grandes temas de largo plazo. Un político que publica tuits cada hora o da informes diarios sobre una pandemia dispone de poco tiempo para tomar decisiones estratégicas y también para reflexionar sobre el contenido y sus consecuencias a largo plazo.

Las distracciones cotidianas debilitan el pensamiento a largo plazo

La magnitud del flujo de información y noticias que recibe un político moderno puede resultar difícil de imaginar. Ordenar la información suele ser un reto mayor que encontrarla. Las ideas y tecnologías nuevas surgen rápidamente y se difunden aún más rápido.

Portada del libro Future-Generation-Government_How-to-Legislate-for-the-Long-Term

Carl Benedikt Frey y Michael Osborne, dos economistas conocidos por estimar que casi la mitad de los empleos en EE. UU. podrían automatizarse en los próximos veinte años, señalan que los teléfonos tardaron setenta y cinco años en alcanzar los 50 millones de usuarios; Facebook lo logró en tres años y medio; y Angry Birds, el juego digital, en solo treinta y cinco días.

Cada minuto en 2023, el mundo vio el equivalente a cuarenta y tres años de contenido en streaming, realizó 6,3 millones de búsquedas en Google, envió 41,6 millones de mensajes por WhatsApp y 241 millones de correos electrónicos, y le dio «me gusta» a 4 millones de publicaciones en Facebook, generando un total de aproximadamente 100 megabytes de datos por persona por minuto, el equivalente a cientos o miles de páginas de texto.

Esta velocidad no se limita solo a la tecnología. Las nuevas tendencias de moda, las prácticas culturales, los videos virales y otros fenómenos pueden propagarse como pólvora en las redes sociales.

Lamentablemente para nuestros líderes, a menudo se espera que tengan opiniones y respuestas sobre todos estos acontecimientos y tendencias antes de haber tenido tiempo para reflexionar. Peor aún, una reacción o comentario mal pensado puede convertirse en un meme o un evento viral en redes sociales, consumiendo aún más tiempo y atención, y generando mayor presión inmediata. Ningún político quiere hacerse viral por decir algo que lo haga parecer desinformado o poco preparado.

Sin tiempo para reflexionar: los costos a largo plazo de las reacciones instantáneas

Incluso dentro de sus propios ámbitos, se espera que los políticos tengan opiniones informadas y bien fundamentadas sobre nuevos proyectos de ley apenas son presentados, aunque estos puedan tener cientos de páginas. Los electores y el ciclo de noticias de 24 horas exigen opiniones y acciones inmediatas frente a un flujo interminable de novedades.

Hay poco tiempo para una reflexión o análisis sereno, y escasa capacidad para mantener el enfoque en el largo plazo. Un político del siglo XV que quisiera entender a fondo la imprenta y evaluar sus consecuencias podría haberse tomado décadas para analizar los riesgos, mientras que hoy, quien se preocupa por las implicaciones de privacidad de la IA debe responder a actualizaciones diarias.

La escasez nos obliga a concentrarnos en el problema inmediato, generando una especie de visión de túnel que nos lleva a descuidar otros asuntos.

Puede ser tentador culpar a los medios por el cortoplacismo y por acelerar un ciclo de noticias ya breve.

En realidad, la cobertura informativa 24/7 es una consecuencia, no la causa, de muchas de estas tendencias. En un mundo híperacelerado, la velocidad del cambio hace que sea natural que la ciudadanía demande noticias constantemente, y los medios responden a esa demanda.

En un mundo donde se lanzan nuevas aplicaciones a diario y la tecnología se actualiza de forma continua, es comprensible que la gente sienta la presión de mantenerse al día. Al satisfacer esta necesidad, los medios también refuerzan esta dinámica, lo que genera una sensación aún mayor de aceleración.

El ciclo rápido de noticias tiene ventajas: el público accede a la información de forma inmediata, y los medios cumplen un papel invaluable en la sociedad al promover la transparencia y la rendición de cuentas. El problema es que, incluso cuando la información es correcta, el aluvión de datos hace que los lectores no tengan tiempo para asimilarla o evaluarla. El reciente aumento de la preocupación por las noticias falsas refleja que muchas personas no tienen tiempo para verificar la fiabilidad de lo que leen y, en cambio, comparten información sin detenerse a pensar. También significa que los políticos deben estar actualizados sobre todos los temas posibles cada vez que hablan con la prensa.

Cuando gana la visibilidad: el abandono de los temas a largo plazo

¿Qué impacto tiene este torrente de información sobre los gobiernos y sus líderes? En primer lugar, puede hacer que los gobiernos se centren directamente en cuestiones inmediatas. El impacto de la atención mediática puede ser particularmente problemático por lo que se conoce como cascadas de atención. En esencia, cuando la gente empieza a fijarse en un tema, otras personas suponen que debe de ser importante y también comienzan a prestarle atención, lo que acelera aún más la cascada. Esto puede desviar el enfoque hacia el corto plazo, ya que los medios no suelen priorizar las noticias en función de su importancia a largo plazo.

Portadas de periódicos internacionales del 11 de septiembre de 2001. La abrumadora cobertura mediática de crisis repentinas como los atentados terroristas ilustra cómo la visibilidad y la urgencia pueden dominar la agenda política, desplazando a menudo desafíos menos espectaculares pero igualmente cruciales a largo plazo. Foto de Celest So.

En un estudio sobre cinco mil desastres naturales, por ejemplo, se observó que las catástrofes graduales como las hambrunas y las sequías requerían miles de veces más muertes que las crisis repentinas y muy visibles como volcanes o terremotos para recibir la misma atención mediática. Los desastres que obtenían mayor cobertura noticiosa recibían una respuesta más amplia de las autoridades, aunque no está claro por qué ciertos tipos de muertes deberían tener prioridad para los gobiernos sobre otras.

El mundo moderno se caracteriza, quizá más que nada, por la velocidad con la que circula la información.

Los políticos que se guían por los titulares para decidir en qué concentrarse tienden a centrarse demasiado en los temas visibles e inmediatos, y prestan poca atención a los problemas de desarrollo lento y de largo plazo, al menos hasta que esos problemas acaban convirtiéndose en crisis. En otras palabras, son cortoplacistas.

Incluso un gobierno elegido con la intención de abordar problemas de largo plazo puede verse arrastrado por una corriente de acontecimientos y urgencias inmediatas que le impiden hacerlo. El mundo moderno ha intensificado la presión sobre los políticos para que reaccionen y respondan en el momento, dificultándoles no quedar atrapados en la vorágine diaria de eventos que exigen respuestas o giros discursivos. En medio del ruido que genera lo inmediato, los gobiernos pueden tener dificultades para identificar o priorizar los asuntos de largo plazo.

El costo psicológico de la presión política a corto plazo

El volumen de información y la necesidad de reaccionar de inmediato también afectan el estado psicológico de quienes toman decisiones. Los trabajos de Sendhil Mullainathan y Eldar Shafir, profesores de la Universidad de Chicago y de la Universidad de Princeton, respectivamente, han demostrado cómo la experiencia de la escasez puede dificultar que las personas en situación de pobreza planifiquen a futuro o piensen más allá de sus necesidades inmediatas. Los políticos y altos funcionarios públicos no viven con bajos ingresos, pero sí padecen una escasez extrema de tiempo, lo que puede generar una mentalidad de escasez que reduce su capacidad de concentración e incluso su coeficiente intelectual.

La escasez nos obliga a concentrarnos en el problema inmediato, generando una especie de visión de túnel que nos lleva a descuidar otros asuntos. Lamentablemente, cuanto más esperamos que los políticos respondan al flujo constante de crisis y eventos, más se afianza esta mentalidad de escasez, lo que conduce a un creciente abandono del largo plazo. Así como la escasez de ingresos puede llevar a decisiones que resuelven un problema inmediato pero crean uno a largo plazo —como pedir prestado a prestamistas de día de pago—, los políticos también pueden verse tentados a aplicar soluciones rápidas, aunque estas generen nuevos problemas en el futuro.

Como señalan Mullainathan y Shafir, los responsables políticos suelen juzgar rápidamente a las personas en situación de pobreza como irracionales o poco motivadas para mejorar, cuando deberían preguntarse si hay factores contextuales que explican ciertos comportamientos. Lo mismo ocurre con los políticos: si el mundo moderno los obliga a entrar en un ciclo de escasez, debemos encontrar formas de ayudarlos a gestionar o evitar ese ciclo y la visión de túnel que conlleva. Pedir préstamos de día de pago y actuar políticamente a corto plazo pueden ser respuestas a la escasez —una necesidad de apagar fuegos— más que una falta de comprensión o sofisticación.

Cortoplacismo corporativo y el papel disruptivo de la IA

Las empresas enfrentan los mismos problemas. Los directores generales no son elegidos en votaciones, pero están sometidos a una enorme presión para responder al presente: los informes trimestrales, las llamadas con inversores y otros canales los obligan a reaccionar. Los ciclos informativos de 24 horas exigen respuestas constantes, lo que interrumpe la planificación y priorización a largo plazo y genera una mentalidad de escasez.

Desafortunadamente, esto puede perjudicar seriamente su futuro. Un estudio de 2017 concluyó que, según cinco criterios —inversión reducida, recorte de costos para aumentar márgenes, recompras de acciones, contabilización anticipada de ventas y cumplimiento de previsiones trimestrales—, el 73 % de las empresas adoptaban una visión cortoplacista. El 27 % restante, con un enfoque más orientado al largo plazo, superó a sus pares en crecimiento de ingresos, tasas de inversión, aumento del valor bursátil y creación de empleos.

Aunque aún está en desarrollo, la IA también podría aumentar las distracciones que enfrentan los responsables políticos. La IA permite generar al instante una cantidad infinita de cartas personalizadas sobre un tema, que pueden enviarse a los políticos o usarse como insumo en un proceso de consulta. ¿Qué sentido tiene abrir una consulta pública y pedir la opinión ciudadana si se reciben 10 millones de cartas, el 99 % de ellas generadas por una IA controlada por una sola persona o grupo?

El aumento de los deepfakes y otros contenidos falsos pero realistas generados por IA implica, en última instancia, más ruido que puede ahogar los temas importantes de largo plazo. Por supuesto, la IA también podría ofrecer herramientas para que los políticos identifiquen y neutralicen distracciones. El tiempo dirá si la IA termina siendo una ayuda o un obstáculo. Pero a corto plazo, es probable que el desarrollo de esta tecnología complique más las cosas en lugar de simplificarlas, mientras la sociedad lucha por adaptarse a sus nuevas capacidades.

Salir de la trampa de la crisis: recuperar el enfoque a largo plazo

En resumen, el torrente de acontecimientos e información en el mundo moderno puede tanto concentrar la atención en crisis inmediatas como provocar en los políticos un estado de escasez que reduce su capacidad de enfoque y de planificación a largo plazo.

Así como esas interrupciones pueden impedir a una persona realizar un trabajo profundo, también afectan a los políticos, que se ven obligados a reaccionar al día a día en lugar de asegurar que están abordando los temas fundamentales. En un mundo donde una tormenta de tuits puede generar un escándalo o provocar dimisiones en cuestión de horas, los gobiernos no tienen el lujo de tomarse tiempo para reflexionar y planificar. Vivimos en un mundo muy distinto al de las charlas junto a la chimenea de Roosevelt, donde el presidente de Estados Unidos podía tomarse cuatro o cinco días para preparar un solo discurso de alto impacto.

El mundo moderno se caracteriza, quizá más que nada, por la velocidad con la que circula la información. Nuestros gobiernos no tienen la opción de desconectarse. En cambio, deben encontrar formas de filtrar lo que no es importante o esencial, para poder priorizar lo verdaderamente relevante. De lo contrario, se verán desbordados por detalles insignificantes, tratando de responder a cada crisis y terminando su mandato sin haber logrado nada significativo. Afortunadamente, como veremos, las ciencias del comportamiento también pueden inspirar algunas soluciones posibles.

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Economista conductual y funcionario público. Obtuvo su doctorado en economía del comportamiento en la Universidad de Oxford como becario Clarendon y SSHRC Doctoral Fellow, y ha ocupado diversos cargos de liderazgo en la administración pública. Reside en Ottawa.