Repensar la soberanía: Un camino hacia la democracia cosmopolita

Los cambios globales en las libertades civiles y los derechos políticos exigen una reevaluación de cómo la democracia cosmopolita puede adaptarse y mantenerse relevante en contextos internacionales cambiantes.

Karel J. Leyva
Karel J. Leyva
La teoría cosmopolita subraya la necesidad de desmantelar las estructuras de poder ilegítimas y establecer instituciones que aseguren una gobernanza transparente y equitativa. Foto por Foreign, Commonwealth & Development Office.

En las últimas décadas se ha observado un cambio notable de la gobernanza internacional a la cosmopolita, ampliando el enfoque desde las normas tradicionales a nivel de estado para incluir una gama más amplia de actores como organizaciones internacionales, corporaciones transnacionales, ONGs y formas de redes emergentes.

Impulsado por una expansión notable en las herramientas de gobernanza aplicables globalmente y por impactos significativos de las fuerzas del mercado y el poder corporativo en las políticas económicas nacionales, estos cambios señalan un movimiento hacia un enfoque de gobernanza más descentralizado. El escenario en evolución fragmenta la autoridad estatal y difumina las líneas entre los deberes gubernamentales y la influencia del sector privado, complicando la formulación de políticas a escalas nacional e internacional.

Esta transformación subraya un panorama político globalizante, cada vez más definido por interacciones complejas y multinivel que superan las fronteras nacionales. Tales dinámicas cuestionan la efectividad de la gobernanza democrática y la robustez necesaria para sostener los valores democráticos dentro de las instituciones y procesos.

El cosmopolitismo en la teoría política contemporánea aboga por una política global que trasciende los límites estatales.

Las condiciones contemporáneas tensionan las democracias tradicionales, restringiendo las opciones gubernamentales y diluyendo la influencia ciudadana, mientras trasladan el poder a entidades regionales y globales más grandes, lo que podría llevar a déficits democráticos. Sin embargo, estas condiciones también fomentan nuevas vías para mejorar las prácticas democráticas a través de redes expansivas.

En respuesta, ha surgido un campo académico en expansión centrado en los requisitos para la democracia global. Los investigadores están estudiando la legitimación de la autoridad política más allá del estado-nación y debatiendo la elegibilidad para la participación en la formulación de reglas globales. Su trabajo explora el choque entre la soberanía nacional y la gobernanza global y examina el papel de las sociedades civiles transnacionales, ofreciendo una variedad de puntos de vista normativos sobre la realización de la democracia global y su impacto potencial en los marcos democráticos nacionales.

Los fundamentos morales de la democracia cosmopolita

El cosmopolitismo en la teoría política contemporánea aboga por una política global que trasciende las fronteras estatales, destacando la importancia de leyes e instituciones universales. Este enfoque se basa en tres principios morales fundamentales que desafían las visiones centradas en el estado y promueven un marco ético y político global que reconoce el valor moral universal de cada individuo.

Primer principio: Individualismo egalitario. Este principio considera a los individuos como las unidades fundamentales de preocupación moral, desafiando la noción de que los estados u otras asociaciones determinan el valor moral. Enfatiza que todos los individuos merecen igual respeto y consideración, contrarrestando la idea de que el valor moral está limitado a la membresía comunitaria.

Segundo principio: Reconocimiento recíproco. Este principio afirma que el estatus de valor igual, respeto y consideración debe ser universalmente reconocido. Promueve relaciones basadas en el reconocimiento mutuo, valorando el valor de cada individuo.

Tercer principio: Tratamiento imparcial. Siguiendo los ideales de igualdad y respeto mutuo, este principio requiere un tratamiento imparcial de las reclamaciones de cada persona. El cosmopolitismo utiliza esto como un marco para definir reglas y principios universalmente aplicables, fomentando la inclusividad y la justicia.

A pesar del reconocimiento de estos principios en los esfuerzos internacionales posteriores a la Segunda Guerra Mundial, David Held critica su implementación parcial en las estructuras globales actuales. Él nota que, aunque el individualismo egalitario es reconocido, no forma fundamentalmente las políticas sociales y económicas.

La autonomía se ve limitada por dinámicas transnacionales, desafiando la visión tradicional de los estados como completamente independientes.

Aunque el principio de reconocimiento universal apoya los derechos humanos y las iniciativas legales, sigue siendo secundario en las políticas estatales y corporativas. Además, el principio de razonamiento moral imparcial, que justifica límites a las acciones estatales y a las organizaciones internacionales, a menudo juega un papel marginal en la dinámica institucional, especialmente dado los impactos transfronterizos de las políticas económicas y energéticas nacionales.

La teoría cosmopolita señala la necesidad de desmantelar las estructuras de poder ilegítimas y establecer instituciones que aseguren una gobernanza transparente y equitativa. Held identifica una paradoja: la creciente naturaleza transfronteriza de los problemas colectivos frente a los medios inadecuados para abordarlos.

Avanzar estos principios cosmopolitas políticamente requiere desarrollar "ley pública democrática", un sistema de derechos y obligaciones que legitima la autoridad y el poder a través de los niveles de gobernanza. Este cambio requiere repensar la soberanía y moverse más allá de la gobernanza nacional para mejorar la autonomía, la responsabilidad y la legitimidad democráticas en un contexto global más interconectado.

Los supuestos fundamentales de la democracia cosmopolita

Las teorías de la democracia cosmopolita surgieron tras la ola de democratización posterior a la Guerra Fría, con el objetivo de fusionar el progreso democrático dentro de los estados con la aplicación de principios democráticos a nivel global, basada en dos supuestos centrales.

Primer supuesto: Soberanía de jure vs. autonomía de facto. Este supuesto destaca que, aunque los estados poseen soberanía en derecho (de jure), carecen de autonomía real (de facto) debido a desafíos globales como amenazas ambientales, enfermedades, migración y terrorismo internacional. Estos problemas sugieren que la verdadera autonomía está limitada por dinámicas transnacionales, desafiando la visión tradicional de los estados como completamente independientes.

Segundo supuesto: Estados democráticos y política exterior. Esta idea examina las acciones externas de los estados democráticos, señalando que los estados democráticos y no democráticos a menudo exhiben políticas exteriores similares. A pesar de las intenciones de promover la paz y la democracia, acciones como la guerra revelan una desconexión entre los valores democráticos domésticos y su aplicación internacional.

La democracia cosmopolita enfatiza la institucionalización de principios democráticos en múltiples niveles de gobernanza a escala global.

A partir de estos supuestos, se han desarrollado siete hipótesis clave que dan forma a la teoría de la democracia cosmopolita:

  • La Democracia como proceso. La democracia no es un conjunto estático de normas, sino un proceso dinámico y continuo. Esta visión acomoda la naturaleza cambiante de los derechos y la fluidez en la toma de decisiones, afirmando que la trayectoria de la democracia no está fijada.
  • Conflictos estatales y democracia interna. Los conflictos entre estados socavan la democracia interna del estado. Un entorno internacional no pacífico puede sofocar la disensión y restringir libertades, con el sistema estatal internacional impactando las dinámicas de poder domésticas y a veces suprimiendo la democracia bajo el pretexto de amenazas exteriores.
  • Democracia estatal y paz. Aunque la democracia interna tiende a fomentar la paz, no garantiza una política exterior virtuosa. Las instituciones democráticas pueden prevenir que los gobiernos libren guerras innecesarias, sin embargo, estas restricciones no siempre son consistentes con las políticas exteriores democráticas.
  • Democracia global. La democracia global implica más que solo la democratización dentro de los estados. Requiere una implementación más amplia de principios democráticos internacionalmente, yendo más allá de simplemente fortalecer el imperio de la ley internacional.
  • Globalización y autonomía estatal. La globalización reduce la autonomía política de los estados, impactando la eficacia de la democracia dentro de los estados. Las obligaciones internacionales restringen cada vez más las opciones políticas de los estados, planteando cuestiones sobre los marcos necesarios para la deliberación democrática sobre cuestiones globales en diversas comunidades políticas.
  • Comunidades de interés más allá de las fronteras. Los problemas a menudo afectan a comunidades que se extienden más allá de las fronteras nacionales, lo que requiere enfoques inclusivos y subsidiarios. Las personas afectadas deben tener la oportunidad de influir en las decisiones que les impactan, independientemente de su ubicación.
  • Movimientos globales y solidaridad social. La globalización ha catalizado nuevos movimientos sociales centrados en los derechos humanos, problemas ambientales y justicia, vinculando diversas poblaciones globales. Esta solidaridad emergente supera las lealtades nacionales, promoviendo el desarrollo de esferas públicas internacionales y ONGs dedicadas a la defensa global.

Estas hipótesis delinean las complejidades y objetivos de la democracia cosmopolita, destacando los desafíos y oportunidades para una gobernanza global más inclusiva y justa.

La democracia cosmopolita y la democratización nacional

La democracia cosmopolita se extiende más allá de simplemente abogar por la institucionalización de la democracia a escala global; enfatiza su cultivo en múltiples niveles de gobernanza. Esto incluye dimensiones locales, estatales, interestatales, regionales y globales.

  • Nivel local. A nivel local, la democracia cosmopolita integra la conectividad global, ya que las redes locales participan frecuentemente en actividades internacionales. Las comunidades multiculturales, a menudo ampliadas por la inmigración, proyectan su influencia más allá de las fronteras nacionales, conectándose con organizaciones intergubernamentales y no gubernamentales. Esta integración sugiere un papel para las estructuras de gobernanza local para trascender efectivamente las fronteras estatales.
  • Nivel estatal. Teóricos como Archibugi y Held reconocen dimensiones internas y externas en la realización de la democracia cosmopolita a nivel estatal. A nivel doméstico, los estados democráticos actúan como campos de prueba para las prácticas cosmopolitas, fomentando una participación política variada que refleje la diversidad lingüística, cultural y etnorreligiosa. Estos estados extienden derechos a grupos tradicionalmente marginados (por ejemplo, refugiados e inmigrantes), adoptando derechos diferenciados que reconocen identidades comunitarias diversas.
  • Nivel interestatal. A nivel interestatal, el enfoque está en cultivar principios democráticos como la igualdad entre estados y la responsabilidad pública. A pesar de las críticas por competencias superpuestas y déficits democráticos en organizaciones intergubernamentales, los teóricos cosmopolitas piden una mejora en la transparencia, legitimidad y responsabilidad, abogando por una mejor coordinación para enfrentar desafíos compartidos de manera efectiva.
  • Nivel regional. A nivel regional, los cosmopolitas subrayan el papel de las organizaciones y redes regionales en fomentar la estabilidad, particularmente en regiones menos familiarizadas con la democracia. Tales entidades, compuestas por representantes estatales y de comunidades locales, podrían desempeñar roles cruciales en la gestión de conflictos, especialmente en regiones étnicamente diversas de África. Las propuestas para establecer parlamentos regionales y mejorar las estructuras de gobernanza como las de la Unión Europea tienen como objetivo asegurar que las decisiones regionales sean reconocidas como autoridades regulatorias legítimas.
  • Nivel global. A nivel global, la participación activa de actores no gubernamentales en cumbres de la ONU y dentro de agencias como el FMI y la OMC destaca un cambio hacia un nivel de gobernanza que supera al estado. Esta estructura en evolución busca mejorar la transparencia, la supervisión y la responsabilidad en la gobernanza global.

La democracia cosmopolita propone redefinir la autoridad política legítima desvinculándola de los confines territoriales tradicionales. Envisiona un sistema donde comunidades políticas diversas, desde niveles locales hasta globales, responsabilicen a los tomadores de decisiones, mejorando la libertad y la igualdad en la configuración de las condiciones de vida. Este enfoque multinivel desafía las nociones tradicionales de soberanía y aboga por un modelo que fomente la ciudadanía multinivel y un sistema robusto para salvaguardar los derechos humanos, permitiendo la participación inclusiva en todos los niveles de gobernanza.

La democracia cosmopolita y la democratización nacional

La democracia cosmopolita implica más que la transferencia de principios democráticos al ámbito global; también conlleva la priorización de objetivos específicos por parte de las instituciones globales. Archibugi ha esbozado cinco objetivos principales que las instituciones globales deberían priorizar, aunque no de manera exclusiva.

Los defensores de la democracia global buscan remediar los déficits democráticos no solo dentro de las organizaciones internacionales, sino también a nivel nacional.

Primer objetivo: Control del uso de la fuerza. Minimizar la violencia política tanto dentro como entre estados es crucial, extendiendo el principio de no violencia fundamental para la democracia. Este objetivo se centra en fomentar resoluciones pacíficas en lugar de respuestas militares o violentas.

Segundo objetivo: Preservación y promoción de la diversidad cultural. Esta meta implica salvaguardar y mejorar la diversidad cultural dentro del sistema global. Al promover un mosaico cultural diverso, diversas identidades pueden coexistir y prosperar en un mundo interconectado.

Tercer objetivo: Fortalecimiento de la autodeterminación. Asegurar que cada comunidad se gobierne a sí misma sin influencia externa tiene como objetivo aumentar la participación ciudadana y proteger la autonomía comunitaria del control extranjero.

Cuarto objetivo: Supervisión de los asuntos internos del estado. Aunque se apoya la autodeterminación, es necesario prevenir la gobernanza autoritaria que dañe a los miembros de la comunidad. Los mecanismos para intervenir en los asuntos estatales deben centrarse en la protección de los derechos humanos y en prevenir la dominación sobre subcomunidades.

Quinto objetivo: Gestión participativa de problemas globales. Mejorar la igualdad política en asuntos globales, especialmente en la gestión de los bienes comunes globales, es esencial. Esto extiende el principio de igualdad a los procesos de toma de decisiones que afectan los recursos globales, asegurando que todas las voces sean escuchadas.

Estos objetivos interactúan significativamente con las dimensiones nacionales ya que implican a instituciones globales en la salvaguarda y mejora de la democracia, tanto en contextos autoritarios como democráticos establecidos.

El papel de las organizaciones internacionales en la promoción de la democracia

Los defensores de la democracia global buscan remediar los déficits democráticos no solo dentro de las organizaciones internacionales, sino también a nivel nacional. Archibugi y Cellini destacan que las organizaciones influenciadas por estados no democráticos a menudo luchan por fomentar la democratización, reflejando los desafíos enfrentados por los esfuerzos nacionales dentro de un marco global no democrático.

Las estrategias tradicionales para promover la democratización nacional incluyen intervenciones militares para derrocar regímenes autoritarios, mostrando logros democráticos como modelos para estados no democráticos, participando en la socialización con países en transición y empleando enfoques condicionales que utilizan incentivos o penalizaciones para fomentar reformas democráticas.

Sin embargo, los teóricos cosmopolitas abogan por un enfoque más constructivo, enfatizando la necesidad de que las organizaciones internacionales apoyen activamente las prácticas democráticas. Esto implica fomentar lazos más estrechos con organizaciones no gubernamentales (ONG) y mejorar la participación, la transparencia y la responsabilidad. Específicamente, Archibugi propone tres estrategias dirigidas para mejorar la democratización interna:

  1. Estabilidad durante la transición: Asegurar que las transiciones políticas, económicas y sociales ocurran de manera fluida, evitando interrupciones violentas o el reemplazo de un régimen autoritario por otro.
  2. Definición de reglas de coexistencia futuras: Aprovechar la membresía de organizaciones internacionales para establecer ejemplos para nuevos regímenes y protegerlos contra fuerzas desestabilizadoras como golpes de estado.
  3. Asistencia constitucional y electoral: Proporcionar apoyo para el diseño de constituciones y sistemas electorales justos para asegurar procesos y resultados equitativos.

Estas iniciativas subrayan la visión cosmopolita de que la sociedad civil debe desempeñar un papel significativo en las decisiones de política exterior. Al dirigir el comercio, el turismo y la ayuda económica hacia países que respetan los derechos humanos, los cosmopolitas ven a los ciudadanos de naciones democráticas como embajadores de la democracia, fomentando la solidaridad global con aquellos que viven bajo regímenes opresivos.

Conclusión: La redefinición de la legitimidad democrática y direcciones futuras

Este análisis explora cómo el papel del estado-nación es redefinido en la teoría cosmopolita, afirmando que no es la única fuente de legitimidad democrática. En su lugar, destaca la necesidad de una reconfiguración del poder y la autoridad, donde ningún centro de toma de decisiones posee la soberanía última. Esta perspectiva exige que la democracia apoye la legitimidad institucional en todos los niveles de gobernanza, extendiendo los valores democráticos esenciales globalmente.

Habiendo explorado los fundamentos morales de la democracia cosmopolita—individualismo igualitario, reconocimiento recíproco y tratamiento imparcial—se ha establecido la importancia de su implementación política desde un punto de vista cosmopolita. Las investigaciones futuras deberían profundizar más en estos temas, considerando la naturaleza evolutiva de las sociedades y los nuevos desafíos que estos cambios plantean al ideal cosmopolita.

Esta indagación continua es vital, especialmente en un momento en que los cambios globales en las libertades civiles y los derechos políticos exigen una reevaluación de cómo la democracia cosmopolita puede adaptarse y mantener su relevancia en contextos internacionales cambiantes.

Cómo citar este artículo

Leyva, K. J. (2024, May 2). Rethinking Sovereignty: A Path to Cosmopolitan Democracy. Politics and Rights Review.. https://politicsrights.com/rethinking-sovereignty-cosmopolitan-democracy/
DOI:10.5281/zenodo.11099123
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Ph.D. en Filosofía política (Université Paris Sciences et Lettres). Investigador Asociado en la Universidad de Montreal, especializado en teoría política y pluralismo. Editor en Jefe de Politics and Rights Review.