Sobre el libro Carceral Apartheid: How Lies and White Supremacists Run Our Prisons, de Brittany Friedman, publicado por la University of North Carolina Press en 2025.
Te invito a que me acompañes, con el corazón abierto y una actitud curiosa. Porque entonces, nunca sabremos hasta dónde podemos llegar.
Algo que me resulta curioso de esta etapa de la historia humana es que, como colectivo, ya no estamos al borde del cambio; estamos inmersos en el tejido del despertar. Estamos “dentro”, como solemos decir coloquialmente. Y aunque los cielos cambian rápidamente, como vemos cada día en nuestras comunidades, las vibraciones de la vida también están cambiando a un ritmo más elevado de forma eterna.
El mundo del apartheid carcelario está diseñado para hacernos sentir pequeños, aislados y desechables. Pero la verdad es: siempre nos hemos tenido los unos a los otros.
Piensa en dónde estabas como ser humano hace tan solo un año. Para muchos de nosotros, la vida ha cambiado de forma radical.
Si observas con atención, a menudo es en los momentos de pérdida y duelo cuando se siembran las semillas de la liberación. Cuando parece que no hay esperanza, en realidad las mareas están cambiando desde lo más profundo del núcleo de la tierra, y es nuestro llamado colectivo sostener la línea — soltar lo que ya no nos sirve, en lo personal y en lo profesional, y arraigarnos en las prácticas y espacios que nos hacen sentir en casa dentro de nosotros mismos.
Girasoles en la noche
En el corazón del abolicionismo está la creencia de que los seres humanos somos libres por naturaleza. No nacimos para obedecer—nacimos para crear, cuidar y soñar.
En un mundo oscuro, somos girasoles en la noche.
Es la sociedad, a través de estructuras de control como las prisiones, las fronteras nacionales y la deuda, la que nos entrena para conformarnos y aceptar el castigo y la desigualdad como algo normal. Sin embargo, el control es lo anormal, y la libertad es la frecuencia natural de la tierra.
Ser libre es caminar con autenticidad en este saber. El trabajo abolicionista nos recuerda que la abolición es ante todo un viaje interior de introspección personal, y luego un tejido colectivo para nuestras comunidades.
Sostener un espejo frente a uno mismo es la forma de desaprender esa obediencia condicionada y volver a una versión más profunda y libre de lo que somos, tanto a nivel individual como colectivo.
Ahora te hablo, en esta conversación, sobre el poder disfrazado de justicia y autoridad legítima, y sobre lo que significa resistir a sistemas que nunca estuvimos destinados a obedecer.
Tu yo auténtico es un fugitivo
Primero se nos enseña a obedecer en los lugares donde se supone que debemos sentirnos más seguros. La vergüenza suele ser la primera emoción que nos obligan a sentir cuando no encajamos en las cajas de los demás—en la mesa familiar, en los bancos de la iglesia y en las aulas, donde nos reciben con miradas duras y ojos de reojo por salirnos del libro para colorear de la vida.
Se filtra hacia dentro, lentamente, corroyendo la autenticidad que grita por ser libre.
Tu yo auténtico es un fugitivo dentro de tu propio cuerpo.
Empiezas a vigilar tus palabras, a editar tus sueños antes de que tomen forma, y a recortar partes de ti para encajar en la caja. Adaptarse a un planeta prisión es sobrevivir, y cuando todo —desde la familia hasta la cultura, desde los sermones hasta las pantallas— te dice que te sientes, que te encoges, que sigas la fila, la mayoría obedecemos.
Crecemos en un mundo donde nos entregan guiones antes de que podamos escribir nuestro nombre.
Ve a la escuela. Mantén la cabeza baja. Enamórate, pero no demasiado tarde y nunca de la persona equivocada. Cásate. Reproduce. Agradece por este sueño.
La desviación se convierte en desviación moral y la originalidad en ofensa. Aprendemos, desde temprano y con frecuencia, que vivir con autenticidad implica el riesgo de ser etiquetados como raros, descartados por ser difíciles o silenciados por incomprensión.
La icónica imagen OBEY del artista Shepard Fairey, con su orden tajante bajo un rostro inexpresivo y su homenaje a la película de culto de 1988 THEY LIVE, de John Carpenter, no es solo arte callejero—es un espejo y una advertencia.
La obediencia social aparece como una violencia silenciosa que promueve la normalidad. Pero en realidad, esta obediencia está diseñada por la promesa de una violencia tan estruendosa que logra silenciar tus gritos.
Nunca fuimos hechos para obedecer es un desafío.
Sostén tu girasol hacia la luz
Como seres humanos, estamos fisiológicamente condicionados a evitar el dolor, incluso el dolor social.
El camino hacia la autenticidad suele comenzar en el silencio y en el dolor de no ser visto. Entre las piedras del exilio silencioso que llega al desprenderse de la piel falsa.
En medio de este silencio llega una invitación. ¿Alimentaré las visiones salvajes sembradas en lo más profundo de mí, esperando florecer, o apagaré mi luz para encajar en un mundo de control y extracción?
Creo que el abolicionismo comienza, ante todo, como una práctica interna de reconocer que nunca fuimos hechos para obedecer.
Invoca el coraje de mirar hacia el sol de tu propia visión y de levantarte en la dirección de tu verdad. Cuando lo hagas, tu camino se desplegará como la flor más radiante.
A lo largo de mi propio camino, he tomado riesgos que sentí como desarraigos, porque avanzaba hacia un lugar cuyo resultado no podía prever. Fue un salto hacia lo desconocido y contra todo lo que me habían enseñado y condicionado a creer.
Y lo que encontré fueron jardines de posibilidades. Encontré mi voz, dejé que mi curiosidad se liberara y vi con claridad las verdaderas sombras del control social y cuán profundamente están arraigadas en nuestro mundo.
Pero también vi la luz verdadera. Esa que nunca puede apagarse porque nace desde dentro y habita en el corazón, no solo en la mente.
Nos encontramos en un momento de la historia colectiva en el que se nos ofrece una “invitación al despertar”, una propuesta que desarrollo al final de mi nuevo libro Carceral Apartheid: How Lies and White Supremacists Run Our Prisons.
Estamos aboliendo las sombras, o los sistemas de control racializado que buscan gobernar cada aspecto de nuestra vida cotidiana, desde nuestra respiración hasta nuestras decisiones, y que intentan limitar nuestra imaginación y nuestra visión del mundo.
Dentro de cada una de nuestras experiencias únicas hay una sabiduría particular que hemos venido a compartir. Y es a partir de tu valentía, de tu sabiduría singular, que se forma tu constelación abolicionista.
Constelaciones abolicionistas
Es hora de que, como colectivo, dejemos atrás las sombras y miremos hacia las estrellas. Se te está llamando a trazar constelaciones abolicionistas con tu propia voz. La metáfora de las constelaciones ha guiado a los pueblos a través de la oscuridad durante generaciones. Las personas esclavizadas seguían la Osa Mayor, o “Drinking Gourd”, para alcanzar la libertad en el Ferrocarril Subterráneo. La propia Harriet Tubman es recordada como una experta en navegación celeste, herbolaria y luchadora por la libertad.

Los soñadores negros vemos claramente este vínculo en nuestra producción académica, nuestra escritura y nuestro arte.
Las constelaciones abolicionistas prolongan este legado, y yo las defino como un tejido de libertad, formado por redes vivas de resistencia, supervivencia y dirección, que nacen de nuestras conexiones despiertas y ancestrales, y de la memoria, sin limitarse a una imagen poética.
La luz estelar de las constelaciones abolicionistas es intergeneracional, y se forma a nuestro alrededor.
La artista y escritora Tikkun Bambara nos recuerda que, en efecto, existe una “constelación de abolición” o una red de esfuerzos abolicionistas activada bajo la luz estelar y la navegación celeste que coordina lo que ella denomina “cúmulos de rebelión”.
El historiador y teórico social Robin D.G. Kelley nos inspira a soñar con “sueños de libertad”, porque es a través de la imaginación radical negra que “sabemos qué construir” y no solo “qué derribar”.
En palabras de la geógrafa y teórica social Ruth Wilson Gilmore, la abolición requiere que estemos presentes.
Deduzco entonces que la presencia requiere autenticidad, y la autenticidad, valentía. Abolir es ser auténtico con la esencia del valor humano, que es inherente y no se gana. Tejer constelaciones abolicionistas exige un despertar de la mente, el corazón y el espíritu auténticos, guiado por el corazón y la verdad.
Constelaciones abolicionistas como instrucciones para la liberación
Harriet Tubman, al reflexionar sobre su labor guiando a personas esclavizadas hacia la libertad, dijo célebremente: “Si hubiera podido convencer a más esclavos de que eran esclavos, habría podido liberar a miles más.” Piensa en la Estrella del Norte—Polaris. Es constante. Fija. Un símbolo no solo de navegación, sino de la esperanza inquebrantable de la humanidad.

Las personas esclavizadas estudiaban el cielo para sobrevivir, porque las constelaciones nunca fueron solo estrellas, sino instrucciones para la liberación. Hoy, cuando hablamos de constelaciones abolicionistas, estamos invocando esa misma poderosa tradición de navegación celeste y nombrando el conocimiento radical que habita en nuestros cuerpos y comunidades. Estamos tejiendo redes de cuidado, ayuda, memoria y florecimiento que forman nuevos mundos, por encima y más allá de los Estados carcelarios.
Hay poder en saber de dónde vienes, porque a través de nuestras líneas ancestrales también heredamos fuerza y visión. Desde esas raíces damos vida a nuevos lugares que parecen ir más allá de nuestra imaginación más audaz.
Las constelaciones abolicionistas revelan cómo luchas que pueden parecer aisladas—como combatir el encarcelamiento, resistir el colapso ecológico, recuperar tierras robadas o sanar de la violencia de género—están profundamente entrelazadas en el tejido de la supervivencia. Cada girasol en la oscuridad, cada estrella, son puntos dispersos que unimos para encontrar sentido. Esta forma de ver nos ayuda a navegar colectivamente por estructuras opresivas, tal como las constelaciones guiaron a generaciones enteras de personas esclavizadas a orientarse y aprovechar terrenos hostiles para forjar nuevos sueños.
Luz estelar
En el fondo, creo que el abolicionismo comienza como una práctica interna de reconocer que nunca fuimos hechos para obedecer. Nacimos para crear, cuidar y soñar. Nacimos para estar en relación armoniosa con la naturaleza y con los demás seres vivos. La abolición es desaprender la obediencia y volver a la libertad colectiva, reconectando nuestras visiones con algo más grande: un mapa de vida auténtica tejido por la comunidad, como las constelaciones de las estrellas.
La luz estelar de las constelaciones abolicionistas es intergeneracional, y se está formando a nuestro alrededor. Solo necesitas mirar y encontrar tu hilo.
- En el movimiento por la justicia climática, donde los esfuerzos liderados por pueblos indígenas para la recuperación de tierras y la reparación ambiental enraízan la sanación en la soberanía, no en la extracción.
- En el trabajo por la abolición de las prisiones, donde la ayuda mutua, la justicia transformadora y las infraestructuras de cuidado se construyen desde cero.
- En los movimientos de mujeres en todo el mundo, donde las organizadoras están forjando alternativas a la violencia patriarcal basadas en la seguridad, la educación y el amor. Y en el trabajo de las organizaciones comunitarias que nos reúnen para desaprender las estructuras de control y reimaginar lo que puede ser la solidaridad entre movimientos en la creación de un mundo nuevo.
Cada movimiento es una estrella. Cuando comenzamos a enlazarlos a través del espacio, la lucha y la historia, trazamos nuevos caminos hacia el futuro.
El mundo del apartheid carcelario está diseñado para hacernos sentir pequeños, aislados y desechables. Pero la verdad es: siempre nos hemos tenido los unos a los otros. Y siempre hemos tenido el sueño. Está dentro de nosotros desde el nacimiento, antes de que la sociedad nos atrape.
Pero no viajamos solos. Seguimos la luz de los demás.
De las sombras venimos, y a las constelaciones regresamos.