La teología política del Partido Comunista de Albania

La teología política del Partido Comunista Albanés forjó una devoción total al Estado, dejando profundas cicatrices en la sociedad albanesa.

Doan Dani
Doan Dani
La teología política en Albania jugó un papel crucial en la eliminación de la religión institucional, colocando al Partido Comunista como la autoridad central y creando así un paradigma donde la ideología del Estado asumía un papel similar al de una religión secular. Foto de Thomas Hawk.

La misión salvífica del Partido Comunista

La teología política del Partido Comunista Albanés moldeó una devoción inquebrantable al Estado, dejando cicatrices profundas en la sociedad albanesa. La teología política ilumina la intersección de conceptos teológicos e ideología política dentro de la doctrina del Partido. Nacido en medio de la resistencia contra la ocupación nazi-fascista, el Partido Comunista Albanés (PCA) proclamó la liberación del país como su objetivo supremo. En los últimos años de la guerra, la retórica anticapitalista, los llamamientos internacionalistas, el desdén por las clases altas y la lucha de clases empezaron a salpicar cada vez más los discursos de los líderes, marcando el inicio de su forma única de teología política.

Tras tomar el poder en noviembre de 1944 y gobernar hasta 1991, el proyecto escatológico del PCA se centró en construir el socialismo y establecer una dictadura del proletariado para asegurar la felicidad colectiva en una sociedad utópica. Esto reflejó una sacralización de la política alineada con sus principios ideológicos. Dado el papel marginal de la clase trabajadora en la sociedad albanesa entre los años 1930 y 1950 —constituyendo no más del 7% de la población para 1955—, el PCA se posicionó como un movimiento surgido del "pueblo" más que del proletariado, adoptando un enfoque casi religioso en su misión liberadora.

El régimen elaboró su teología política reemplazando las antiguas liturgias con grandes conmemoraciones dedicadas a glorificar el comunismo.

La historiografía del régimen profundizó en el pasado de Albania para descubrir numerosas figuras humildes anhelando libertad, a quienes el Partido afirmó redimir a través de la guerra partisana. Desde esta perspectiva predominante, solo el PCA había logrado liberar al pueblo de los opresores extranjeros, poniendo fin a un ciclo histórico de al menos nueve siglos. Sin embargo, la misión salvífica del PCA continuó en la batalla perpetua entre el Bien y el Mal, dentro de contextos de sufrimiento y pecado, mostrando una teología política centrada en la lucha ideológica.

Las autoridades proclamaron que el pecado y el sufrimiento solo cesarían con la erradicación de la propiedad privada, las nociones idealistas y la religión, persiguiendo así una transformación radical de la sociedad hacia el ideal comunista. Este enfoque resaltó cómo el régimen pretendía suplantar las creencias religiosas tradicionales con su propio dogma, haciendo del ateísmo militante y la doctrina comunista los pilares de su teología política.

Relaciones con las religiones institucionalizadas y la imposición de la nueva doctrina

La relación entre el régimen comunista y las religiones institucionalizadas pasó por cuatro fases distintas, reflejando una teología política en constante evolución. La primera fase, de 1944 a 1949, estuvo marcada por la persecución violenta del clero de las cuatro principales denominaciones: musulmanes sunitas y bektashis, ortodoxos y católicos. Esta represión, basada en alegaciones de colaboración con ocupantes fascistas y nazis, significó el inicio de un enfoque estratégico donde la religión fue suplantada por la doctrina estatal, mostrando la primera manifestación de teología política del régimen.

Las prácticas religiosas tradicionales fueron reemplazadas por actos de devoción hacia el Estado y sus líderes.

Para finales de 1949, el régimen transitó, coaccionando a las instituciones religiosas para que firmaran acuerdos con el estado. Este cambio marcó una evolución en la teología política del régimen de represión a un control aumentado, donde el estado se posicionó no solo como el regulador sino también como el definidor de la práctica religiosa, trazando paralelismos con prácticas teocráticas pero dentro de un contexto ideológicamente ateo.

El año 1961 inició una fase aún más agresiva de políticas antirreligiosas, indicando una radicalización de la teología política del régimen. La supresión de lugares de culto y la abolición formal de instituciones religiosas en 1967 representaron la culminación de este enfoque, donde el estado comunista albanés reemplazó completamente lo sagrado religioso con lo sagrado político, a través de la promoción del ateísmo y el establecimiento de un nuevo sistema de creencias.

Esta nueva doctrina, basada en el ateísmo científico y un nacionalismo convertido en "patriotismo socialista", encarnó la materialización de la teología política del régimen. Hulusi Hako, al promover el ateísmo científico como una herramienta ideológica, actuó como el sacerdote de esta nueva fe, donde la devoción no se dirigía hacia deidades sino hacia el estado y sus ideales. La creación de una mitología alrededor del héroe nacional y entidades sagradas como la patria, el pueblo, el partido, el estado y su líder reveló cómo, a partir de los años 40, el régimen comenzó a forjar su propia teología política, reemplazando las antiguas liturgias con masivas conmemoraciones dedicadas a glorificar el comunismo.

El calendario y espacios de liturgia masiva en Albania: Una expresión de teología política

Después de 1944, las festividades establecidas en Albania estaban principalmente dirigidas a conmemorar los mitos fundacionales de la nación y del Partido Comunista Albanés, suplantando los rituales y el calendario de las religiones tradicionales, lo que constituye una forma de teología política en acción. Entre 1945 y 1972, el Estado modificó repetidamente el calendario de festividades nacionales, reduciendo las festividades religiosas mientras introducía nuevas celebraciones seculares, demostrando una estrategia dirigida a infiltrarse y reorientar la esfera privada de los ciudadanos hacia la ideología estatal.

Estas celebraciones, como el Día de la Independencia y el Año Nuevo, heredadas del período de preguerra pero reinterpretadas a través del prisma del socialismo, reflejaron los esfuerzos del PCA para establecer un nuevo ritual colectivo que encaje dentro del marco más amplio de la teología política del régimen, donde lo sagrado ahora es definido por el Estado. Así, los últimos dos meses del año se convirtieron en un período de intensa movilización, ilustrando cómo el partido buscó manifestar su compromiso y su "camino correcto" a través de la convivencia y la abundancia.

Los órganos del Partido se encargaron de denunciar a los "parásitos" y fomentar su ostracismo del segmento "saludable" de la sociedad.

La proclamación de días "históricos" nacionales y nuevos festivales locales, a menudo vinculados a la memoria de la Resistencia o la celebración del trabajo, constituyeron una reapropiación y sacralización de tiempos y espacios en servicio de la doctrina del PCA. Estos festivales, ubicados en lugares de memoria, fábricas y escuelas, se envolvieron en una campaña propagandística monumental, marcando físicamente el paisaje albanés con símbolos del régimen. Este esfuerzo de monumentalización, particularmente después de 1967, fue parte de un deseo de "revolucionar" la vida social a través de la construcción de monumentos y la creación de museos, con el objetivo de anclar la ideología marxista-leninista en la conciencia colectiva.

La organización de peregrinaciones colectivas a estos sitios durante eventos significativos y el establecimiento de rituales seculares constituyeron una expresión directa de la teología política del régimen, donde las prácticas religiosas tradicionales fueron reemplazadas por actos de devoción hacia el Estado y sus líderes. Estas iniciativas demuestran cómo el PCA intentó impregnar al "hombre nuevo" con la ideología marxista-leninista, fortaleciendo así su devoción al partido a través de una reinterpretación de las tradiciones religiosas al servicio de la política.

Trabajo como ritual e instrumento de control en el régimen comunista albanés

Para los líderes del Partido Comunista Albanés y los ideólogos del régimen, el trabajo encarnaba la esencia misma de la condición de ciudadanía albanesa. No se percibía solo como una vía hacia la redención colectiva y la devoción al partido, sino también como un poderoso mecanismo de control social, revelando así los principios de la teología política marxista-leninista. Según Enver Hoxha, expresando su visión durante un pleno en 1964, la formación del hombre nuevo era inconcebible sin el elemento central del trabajo. El Instituto de Estudios Marxistas-Leninistas incluso afirmó que el trabajo distinguía fundamentalmente al hombre del animal, siendo una prerrogativa que incluso precedía a la facultad del pensamiento.

El "hombre nuevo" sacrificaba la individualidad por una obediencia absoluta a la doctrina estatal.

La Constitución albanesa de 1950, en su Artículo 13, establecía dos principios fundamentales relacionados con el trabajo: "quien no trabaja, no come" y "de cada cual según sus capacidades, a cada cual según su trabajo". El texto de 1976, mientras tanto, enfatizaba que la República Popular Socialista de Albania representaba y defendía los intereses de los "trabajadores", no meramente de los "ciudadanos", entre los cuales podrían estar ocultos enemigos de clase, desviados y "parásitos".

Hoxha consideraba la ausencia de trabajo no solo como una amenaza para la comunidad y el orden establecido, sino también como un signo de alianza con la religión, percibida como regresiva. Los órganos del Partido, tanto a nivel central como local, se encargaban así de denunciar a los "parásitos" y fomentar su ostracismo por parte del segmento "saludable" de la sociedad. A la inversa, los trabajadores se integraban en la sociedad, cumpliendo así con su deber primordial y adquiriendo capital moral, o "honor".

En la Albania totalitaria, el compromiso con el trabajo nunca debía motivarse por el deseo de ganancia personal, como en las sociedades capitalistas, sino que debía emanar de un amor sincero y una fe profunda en el poder redentor del trabajo. Solo aquellos que se dedicaban a su labor con amor, dedicación y una "conciencia plena" de su importancia podían aspirar a la verdadera libertad. De lo contrario, permanecían esclavos de sus propias necesidades materiales y espirituales.

La forja del Hombre Nuevo

En el corazón de la sacralización de la política emprendida por el régimen comunista albanés estaba la ambición de crear al hombre nuevo, una figura central en las aspiraciones del Partido Comunista Albanés. Según el Artículo 32 de la Constitución de 1976, el Estado se comprometía a "desarrollar una amplia actividad ideológica y cultural para la educación comunista de los trabajadores, con el fin de moldear al hombre nuevo".

Este nuevo hombre se definía por la eliminación de la individualidad en favor de la uniformidad y la sumisión incondicional a la doctrina estatal, incluso al punto de sacrificar su propia vida si fuera necesario. Era imperativo para él involucrarse constantemente en la vida pública y priorizar el interés colectivo.

El Partido Comunista Albanés, ejemplificado por su teología política omnipresente, encarna las complejas ramificaciones de la sacralización de la política.

Para moldear este ideal, el régimen implementó una intervención sistemática destinada a definir e imponer un conjunto de virtudes y vicios, comportamientos, emociones y atributos físicos aplicables a todos los ciudadanos. Después de 1967, esta influencia se extendió a la onomástica, con la publicación de listas de nombres de pila "apropiados" o connotados nacionalmente, excluyendo nombres con connotaciones religiosas o extranjeras para los recién nacidos. Las preferencias musicales y literarias, códigos de vestimenta y estilos de cabello también tenían que ajustarse a las normas dictadas por las autoridades. La nueva moral regulaba las relaciones personales según una racionalización de los sentimientos apodada "amor proletario".

Dentro de este marco biopolítico, el aborto, excepto por razones médicas, fue prohibido, y los anticonceptivos estuvieron ausentes del mercado. En resumen, el régimen aspiraba a esculpir al hombre nuevo o al ciudadano ideal, desde el nacimiento hasta la muerte, cubriendo todos los aspectos de la vida, tanto en la esfera pública como privada.

El impacto de la teología política en el régimen comunista albanés

El régimen del Partido Comunista Albanés, ejemplificado por su teología política omnipresente, encarna elocuentemente las complejas ramificaciones de la sacralización de la política en el siglo XX. Esta sacralización moldeó la vida diaria de los ciudadanos albaneses, imponiéndoles una devoción total al Estado y su doctrina.

La experiencia comunista en Albania, desde 1944 hasta 1991, revela cómo la liberación del hombre de lo que se percibía como “irracionalidad religiosa” giraba en torno al ateísmo militante, elevado al estatus de un dogma político. Esta fusión de ateísmo y política llevó a la intervención del Estado en todos los aspectos de la vida de los ciudadanos, desde la esfera pública hasta la privada.

La caída del régimen ha dejado cicatrices profundas en la sociedad albanesa, donde la huella de estas políticas persiste, notablemente en el consumismo, el individualismo exacerbado y la competencia obsesiva. Estos legados, lejos de representar las aspiraciones colectivistas del régimen, señalan un cambio radical hacia la libertad individual y el mercado. La transición a esta nueva era plantea preguntas cruciales sobre cómo estos remanentes influyen en la conciencia colectiva y las estructuras sociales de la Albania contemporánea, así como en las antiguas repúblicas socialistas en un contexto más amplio.

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Por Doan Dani
Doctor en Historia por la Universidad de Turín. Especializado en la intersección entre religión y política, y en historiografía albanesa.