Las últimas décadas han presenciado cambios significativos en el activismo climático y en la defensa de los derechos medioambientales en todo el mundo. Nuevas organizaciones de acción climática se han formado en todo el mundo, expandiendo rápidamente a sus seguidores y ‘repertorios de acción colectiva.’
En los últimos diez años, han surgido grupos como Fridays for Future, el estadounidense Sunrise Movement, Last Generation, Just Stop Oil y Extinction Rebellion, que movilizan a jóvenes en su mayoría para tomar las calles y participar en protestas o acciones directas.
También hemos visto la aparición de grupos poderosos de ciudadanos mayores, como Third Act de Bill McKibben, una comunidad de estadounidenses mayores de sesenta años que hacen campaña por la acción climática, y KlimaSeniorinnen, una asociación suiza de más de 2,500 mujeres de 64 años o más que demandaron con éxito al Gobierno suizo ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos por no abordar adecuadamente el cambio climático.
El auge del activismo climático global: Nuevos movimientos y estrategias
Con la proliferación de nuevas organizaciones y movimientos climáticos ha llegado una ampliación de las ‘teorías del cambio’. Mientras los activistas continúan presionando a los responsables de la toma de decisiones para lograr cambios políticos y siguen estrategias tradicionales de protestas callejeras, sabotajes y bloqueos, cada vez más el activismo climático se lleva a cabo ante tribunales nacionales e internacionales, donde organizaciones no gubernamentales (ONG) y ciudadanos particulares demandan a gobiernos y empresas por su inacción o contribuciones directas al cambio climático.
El litigio climático ha pasado de unos pocos casos a nivel mundial a principios de la década de 2000 a entre 250 y 300 nuevos casos anuales en los últimos años. Si bien los gobiernos y las autoridades locales continúan siendo los principales objetivos del litigio climático, las empresas privadas también están cada vez más en el punto de mira, siendo demandadas por daños ambientales directos a través de demandas del tipo ‘el que contamina paga’ o por ‘greenwashing climático’.
Ya sea en las calles o en los tribunales, el activismo climático de hoy en día a menudo se mueve rápidamente del nivel local al alcance global para llegar a audiencias y tomadores de decisiones en todo el mundo. Considere que lo que comenzó como una protesta de una estudiante de secundaria, Greta Thunberg, frente al parlamento sueco en septiembre de 2018 llevó a unas 7.3 millones de personas a las calles en 183 países para septiembre de 2019, en lo que se denominó la primera protesta climática global. O tome el ejemplo de Pacific Island Students Fighting Climate Change, quienes lograron convencer a la mayoría de los países en la Asamblea General de la ONU para solicitar una Opinión Consultiva a la Corte Internacional de Justicia sobre las obligaciones de los Estados bajo el Acuerdo de París.
Detrás de estos desarrollos recientes se encuentran los rápidos cambios en los entornos digitales en los que operan las organizaciones de activismo climático. Empoderados por nuevas tecnologías de redes sociales, big data, inteligencia artificial, imágenes satelitales, y más, activistas de todo el mundo están experimentando con nuevas formas de organización y estrategias para promover la acción climática. Hoy en día, muchos grupos climáticos utilizan plataformas digitales para recaudar fondos, atraer seguidores, organizar acciones y formar alianzas estratégicas con grupos afines.
Por ejemplo, organizaciones de defensa digital como Fridays for Future, 350.org, Campact, y GetUp! han utilizado plataformas de redes sociales para movilizar a millones de personas en apoyo a la acción climática. Otros grupos han recurrido a tecnologías digitales para recolectar, procesar y analizar grandes cantidades de datos, que utilizan para presionar a los responsables políticos, monitorear las emisiones de GEI de las empresas, e investigar y procesar delitos ambientales.
La revolución digital en el activismo climático: Tecnologías e impacto global
En nuestro reciente libro, Climate Activism, Digital Technologies, and Organisational Change, examinamos cómo las tecnologías digitales han amplificado o transformado el activismo climático en diferentes partes del mundo.
Hasta ahora, el enfoque dominante en la literatura académica ha sido cómo las nuevas tecnologías de información y comunicación (TIC) y las plataformas de redes sociales han reducido las barreras para el intercambio de información y han facilitado una movilización más amplia y la defensa liderada por los participantes.
Sin embargo, como mostramos en nuestro libro, el impacto de la tecnología en el activismo climático va mucho más allá de la movilización y las campañas impulsadas por los miembros, hacia dinámicas de formación organizacional y recaudación de fondos, recopilación de datos e investigación, cabildeo, monitoreo y cumplimiento. Empíricamente, la agenda de investigación sobre defensa digital ha estado dominada por estudios de caso de América del Norte y Europa Occidental.
Sin embargo, como exploramos, la defensa digital se está expandiendo rápidamente entre los grupos medioambientales en el Sur Global. Estos grupos a menudo utilizan tecnologías diferentes y las emplean de manera distinta a los grupos del Norte Global, superando frecuentemente a sus contrapartes del norte en términos de uso innovador de la tecnología.
¿Más de lo mismo, solo más rápido? ¿O un impacto transformador?
Se entiende bien que la tecnología digital puede permitir a las organizaciones activistas llegar a audiencias públicas y tomadores de decisiones más rápidamente y a menor costo. Desde la década de 1990, las ONG han utilizado las modernas TIC para difundir sus mensajes más rápido y a mayor escala. Usar TIC y redes sociales para reclutar nuevos miembros o difundir un mensaje generalmente es más barato y rápido que los métodos tradicionales como el puerta a puerta o los medios de comunicación convencionales como el correo, la radio o la televisión. Sin embargo, no transforma fundamentalmente lo que hacen las organizaciones activistas o lo que buscan lograr.
Sin embargo, la tecnología digital también puede tener efectos más transformadores, permitiendo a los activistas perseguir estrategias completamente nuevas para avanzar en sus objetivos, o incluso cambiando los objetivos que persiguen. Las tecnologías digitales pueden rehacer fundamentalmente el proceso de acción colectiva, por ejemplo, permitiendo a los individuos prescindir de organizaciones tradicionales y utilizar plataformas digitales para autoorganizarse y ‘financiar colectivamente’ actividades.
Las plataformas de redes sociales también permiten a los activistas probar nuevos temas de campaña y marcos estratégicos a través de ‘activismo analítico’ y conversar directamente con miembros o posibles seguidores, adaptando sus mensajes a las preocupaciones personales de audiencias específicas. Muchas organizaciones de defensa con las que hablamos están experimentando actualmente con el uso de IA para generar contenido específico para usuarios y mejorar la efectividad de su comunicación, por ejemplo, utilizando IA para aprender qué formas de mensajería son más propensas a generar un compromiso sostenido de diferentes destinatarios.
Otro uso transformador de la tecnología digital es facilitar nuevos movimientos sociales. Algunos capítulos nacionales y locales de Greenpeace han empoderado a sus miembros para iniciar sus propias campañas, sin depender del personal de Greenpeace. Fridays for Future también ha distribuido el poder a sus miembros para establecer sus propios capítulos locales y planificar grandes manifestaciones callejeras en los momentos y lugares que elijan.
Transformando el activismo: Herramientas digitales y nuevas estrategias
En septiembre de 2019, Fridays for Future coordinó marchas en 183 países a través de un simple mapa de eventos en línea. Cualquier persona, en cualquier parte del mundo, podía unirse al movimiento global lanzando su propia acción. Esta forma de campaña distribuida, liderada por participantes, que otorga la iniciativa a individuos y colectivos a pequeña escala, es importante para empoderar a los actores locales y a los grupos marginados, y para asegurar que el activismo climático aborde directamente las preocupaciones locales.
Más allá de las redes sociales, tecnologías digitales como satélites, drones, sistemas de información geográfica (GIS) y ‘datos abiertos’ tienen el potencial de transformar el activismo climático al facilitar nuevas formas de recopilación de evidencia. Antes reservadas a los ejércitos nacionales, laboratorios de investigación y grandes corporaciones, la teledetección satelital y los mapeos GIS ahora son utilizados por las ONG para recopilar y analizar datos sobre indicadores del cambio climático como la deforestación, cambios en el uso de la tierra, emisiones de GEI, precipitaciones promedio, inundaciones, deshielo de glaciares, y más.
Es importante destacar que los satélites, drones y otros vehículos aéreos no tripulados pueden usarse para monitorear factores ambientales en áreas remotas e inaccesibles, como bosques y océanos, donde las causas y efectos del cambio climático pueden ser difíciles de documentar, especialmente para actores no estatales. Las nuevas tecnologías están desafiando así el monopolio del Estado sobre la información y el conocimiento críticos.
Además de mejorar el monitoreo, la datificación y el análisis de grandes datos ofrecen un acceso sin precedentes a información con la que los activistas pueden responsabilizar directamente a los Estados y empresas por sus (in)acciones. Muchas ONG hoy en día utilizan análisis avanzados de datos para procesar información compleja como imágenes satelitales y otros datos geoespaciales, que emplean para rastrear las emisiones de GEI en tiempo real y vincularlas con empresas específicas.
Si bien el periodismo de investigación y las investigaciones independientes que llevan a demandas contra los contaminadores no son nuevos, las herramientas digitales potencian estas estrategias al reducir el costo de recopilar pruebas y permitir que los activistas produzcan un nivel de evidencia que habría sido difícil en la era predigital. En nuestro libro, ilustramos cómo Global Witness utilizó GIS y ‘datos abiertos gubernamentales’ para establecer un vínculo directo entre granjas de ganado en Brasil y la rápida deforestación en la selva amazónica. El resultado fue un caso judicial exitoso contra uno de los mayores comercializadores multinacionales de carne de res en Brasil.
El lado oscuro de la digitalización
A pesar de sus promesas, la tecnología digital no siempre es empoderadora para los activistas climáticos. Tras la euforia de los años 90, cuando las nuevas TIC se veían como un medio para conectar sin problemas a los activistas a través de fronteras, permitiéndoles defender los derechos humanos y medioambientales y desafiar a regímenes corruptos, hoy en día las desventajas de la defensa digital se están volviendo más evidentes.
Las mismas tecnologías que conectan a los activistas entre sí y con audiencias globales también plantean nuevos desafíos y riesgos, incluida la propagación de desinformación, la ampliación de brechas digitales y la represión digital. Brett Solomon, fundador y exdirector ejecutivo de Access Now, una organización global de derechos digitales, lo expresa de manera sombría: “Internet ha dejado de ser nuestro amigo y está convirtiéndose cada vez más en nuestro enemigo. El equilibrio ha cambiado. La tecnología a menudo debilita la capacidad de los activistas para alcanzar sus objetivos.”
Un posible inconveniente de la defensa asistida por tecnología es que la dependencia de plataformas digitales para movilizar el apoyo público puede llevar a una cultura de ‘activismo perezoso’ y ‘activismo de clic’, donde las personas se involucran con causas políticas de manera efímera y superficial, con pocas probabilidades de generar un cambio significativo. Un riesgo relacionado es que las organizaciones climáticas persigan “métricas de vanidad”, buscando campañas virales en línea sin prestar atención al desarrollo de acciones que realmente desafíen o cambien políticas.
El activismo digital también puede conllevar mayores riesgos de represión. Al hacer campaña en línea, los activistas dejan huellas digitales, lo que facilita a los gobiernos y empresas monitorear sus actividades. Tanto los regímenes autoritarios como los democráticos utilizan cada vez más la tecnología para rastrear, vigilar y reprimir a los activistas climáticos. En todo el mundo, encontramos ejemplos de activistas ambientales siendo atacados—incluso asesinados—por autoridades estatales que utilizan cámaras de reconocimiento facial y aprendizaje automático para suprimir la disidencia.
Global Witness documentó que 196 defensores ambientales fueron asesinados en 2023 tras buscar proteger sus tierras y el medio ambiente de daños. Estos son solo los casos que ganan publicidad; el número real probablemente sea significativamente mayor. Otros estudios recientes encontraron evidencia similar de un creciente ataque a activistas a través de plataformas digitales, donde son identificados, acosados o víctimas de doxxing. Entre los más vulnerables a la represión en línea están los activistas indígenas climáticos que buscan proteger sus tierras contra la tala y la minería, y los activistas de pequeños Estados insulares que hacen campaña por reducir emisiones.
Los riesgos del activismo digital: Vigilancia, desinformación y exclusión
Otro riesgo evidente asociado con el activismo climático digital es que los opositores políticos pueden usar las mismas tecnologías empleadas por los grupos a favor del clima para hacer campaña en contra de la acción climática. En los últimos años, se ha observado un rápido aumento de la desinformación en línea que busca socavar la ciencia y la defensa del clima. Por ejemplo, se ha encontrado que bots automatizados y generadores de algoritmos impulsados por IA moldean las discusiones sobre el clima en plataformas como Twitter/X.
Un informe de 2020 de Influence Map encontró que Facebook generó ingresos anuales de 68 millones de dólares por anuncios de desinformación publicados por grupos conocidos de negacionistas del clima, mientras que un informe de 2023 de Climate Action Against Disinformation mostró que grandes empresas de combustibles fósiles estuvieron detrás de gran parte de la desinformación en línea.
La digitalización también puede generar nuevos patrones de exclusión política, ya que el acceso desigual a infraestructuras digitales y habilidades digitales crea nuevas divisiones sociales dentro de los países y entre ellos. Investigaciones recientes de el Banco Mundial encontraron que el uso global de internet es más bajo para las mujeres que para los hombres, especialmente en países de bajos ingresos. En términos generales, las tasas de acceso a internet y ‘alfabetización digital’ tienden a ser más altas en países ricos, en entornos urbanos y entre grupos socioeconómicamente acomodados.
Según datos de el Banco Mundial y la Unión Internacional de Telecomunicaciones, el 90 por ciento de la población en países de altos ingresos está en línea, en comparación con solo el 44 por ciento en países en desarrollo. La banda ancha en los países más ricos es de cinco a diez veces más rápida que en los países de bajos ingresos. Asimismo, las habilidades necesarias para navegar datos de acceso abierto o construir algoritmos avanzados tienden a estar concentradas entre las élites urbanas cosmopolitas y conectadas. Efectivamente, esto significa que las poblaciones más vulnerables a los impactos del cambio climático a menudo tienen menos acceso a información sobre ello.
El oscuro secreto de la tecnología
La defensa digital no es una panacea cuando se trata de combatir el cambio climático. Aunque muchas tecnologías digitales pueden ayudar a la acción climática, las empresas tecnológicas contribuyen a dañar el medio ambiente global mediante un alto consumo de energía y la dependencia de minerales escasos. Las pantallas a color, altavoces, lentes de cámara, baterías recargables, discos duros, fibras ópticas y otros elementos clave de la revolución digital dependen de minerales de tierras raras.
Las minas de litio repartidas por todo el mundo atestiguan el rampante ‘extractivismo’ que alimenta la economía digital. Una vez utilizados, estos elementos se convierten en fuentes de desechos tóxicos.
Con más de seis mil millones de nuevos productos TIC vendidos anualmente, los desechos electrónicos se han convertido en el mayor flujo de desechos en muchos países, siendo los países en desarrollo los principales receptores. Algunas proyecciones sugieren que, para 2030, casi una cuarta parte de todas las emisiones globales de GEI provendrán de la producción y uso de tecnologías de comunicación.
La espada de doble filo de la tecnología digital en la defensa climática
Frente a este panorama sombrío, nuestro libro no es una celebración de la tecnología. Nuestra meta es explorar cómo las diferentes organizaciones climáticas se ven beneficiadas, obstaculizadas o perjudicadas por los desarrollos tecnológicos. Basándonos en entrevistas con docenas de activistas y en investigaciones existentes en ciencias políticas, sociología, derecho y estudios ambientales, examinamos cómo la tecnología influye en la formación, alcance y estructuras organizativas de las organizaciones climáticas en todo el mundo.
Como muestra nuestro análisis, la forma en que los activistas climáticos adoptan la tecnología varía significativamente según el país y la región, y para diferentes tipos de organizaciones climáticas, siendo las organizaciones activistas más pequeñas y recién formadas a menudo más hábiles tecnológicamente que sus contrapartes más antiguas y establecidas.
Es importante destacar que no argumentamos que los activistas climáticos sean distintivos en su uso de tecnologías digitales. Muchas organizaciones activistas y movimientos sociales usan tecnología digital para organizarse y hacer campaña, desde el movimiento de derechos humanos hasta organizaciones anticorrupción. Muchas de las tendencias que señalamos, por lo tanto, se aplican más ampliamente al activismo social.
Igualmente, ninguna de las tendencias y dinámicas que identificamos en nuestro libro está impulsada exclusivamente por la innovación tecnológica. En cambio, surgen de las formas en que las nuevas tecnologías interactúan con las estructuras sociales, políticas y económicas existentes para producir (o sofocar) cambios sociales. Nuestro objetivo al escribir este libro ha sido llamar la atención sobre las tendencias emergentes en el uso de la tecnología entre los activistas sociales y políticos, e identificar preguntas críticas para académicos y profesionales.
Las preguntas que planteamos requieren más investigación por parte de sociólogos, expertos en derecho, politólogos y especialistas en medios, así como aportes de activistas para comprender mejor las variadas implicaciones del uso de la tecnología. Al destacar el potencial de las tecnologías digitales para transformar la defensa climática, e identificar tanto beneficios como riesgos y desafíos de su uso, esperamos iniciar una conversación más amplia.